Hay una película interpretada por Russel Crow que me encanta. Una Mente Maravillosa, se llama.
La película está basada en la vida de John Nash, matemático estadounidense profesor de universidad y premio Nobel de Economía.
Ojo, tengo que hacer spoiler.
Vale.
O ya la has visto, o no la vas a ver.
Si es lo segundo, yo te diría que la vieses porque es una película tierna, dura y curiosa. Y con un giro en la trama que no te esperas. Ganó 4 oscars, por cierto.
¿Sigues aquí?
Bien, pues ahí va el spoiler porque lo que te tengo que contar te interesa.
John Nash padece esquizofrenia, y eso le hace vivir en una dualidad constante entre alucinaciones y realidad. Poco a poco, paso a paso, Nash va comprendiendo lo que hay de alucinación en su vida, y el espectador lo hace a la vez. Incrédulamente primero, dolorosamente después.
Vamos, que al principio no tienes ni idea de que lo que ves no es real, así que cuando te enteras te quedas como…
¿cómorrrrr?
Las alucinaciones y los delirios incluyen a dos personajes productos de su mente: Charles (su amigo y compañero de universidad) y Marcee, sobrina de Charles que está a cargo de este porque su madre ha fallecido.
Pero lo dicho, que todo está únicamente en su cabeza, y estas dos personas no existen. En la película aparecen como si fueran reales, de forma que entiendes el vínculo que Nash tiene con ellos.
Pese a que las alucinaciones nunca desaparecen de su vida, Nash consigue controlar sus pensamientos y emociones y llega a ser capaz de discernir entre lo que es realidad y lo que no.
Pero, ¿lo consigue con fuerza de voluntad?
No, lo consigue porque idea un sistema que le ayuda a discernir entre los pensamientos que son reales y los que no.
Hay una escena al final de la película, cuando Nash está entrando (o saliendo, no me acuerdo) de la universidad de Princenton una vez ya ha ganado el Nobel.
Aparecen Charles y la pequeña Marcee (sus amigos imaginarios que le han acompañado durante décadas).
Ellos le hablan y le piden que les conteste, que no les deje solos… pero Nash les ignora por completo. Les oye, pero les ignora.
No se plantea si tiene que hablarles o no.
Simplemente sigue el plan: busca las pistas para diferenciar si aquello es real o no, identifica que no es real y, por consiguiente, no les hace caso.
Sabe que si deja esa decisión en manos del momento, de la emotividad, el estrés, la soledad o la fuerza de voluntad, el resultado puede ser un desastre.
Para eso precisamente ha ideado un plan, para no dejar su salud mental en manos de lo anterior.
Así que sigue andando sin hacerles el más mínimo caso.
(Esta es la cara que se les queda al ser ignorados por Nash).
Esquizofrenias aparte, recordar esta escena me hace ver claro como la capacidad de hacer cambios duraderos reside únicamente en nuestra mente.
Si queremos hacer cambios para conseguir nuestros objetivos, es en nuestra mente/nuestro cerebro donde deberíamos estar poniendo más atención.
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